Hermes, el veloz mensajero, bostezó. ¡Siempre la misma ruta, siempre volando en línea recta! ¡Qué rutina tan predecible para unas sandalias aladas!
Hermes, el veloz mensajero, bostezó. ¡Siempre la misma ruta, siempre volando en línea recta! ¡Qué rutina tan predecible para unas sandalias aladas!
Un día, Hermes se preguntó: ¿Qué pasaría si giraba y giraba muy rápido? Con un ¡whoosh!, dio una vuelta, y sus sandalias estiradas dejaron una estela mágica: ¡pequeños 'Caminos Nube Flotantes'!
Un día, Hermes se preguntó: ¿Qué pasaría si giraba y giraba muy rápido? Con un ¡whoosh!, dio una vuelta, y sus sandalias estiradas dejaron una estela mágica: ¡pequeños 'Caminos Nube Flotantes'!
¡Qué sorpresa! Esos caminitos de nubes, suaves como algodón de azúcar, no se quedaban quietos. Se desprendieron, flotando y enredándose, formando un divertido laberinto blanco que parecía invitarlo a jugar.
¡Qué sorpresa! Esos caminitos de nubes, suaves como algodón de azúcar, no se quedaban quietos. Se desprendieron, flotando y enredándose, formando un divertido laberinto blanco que parecía invitarlo a jugar.
Con una risa alegre, Hermes no dudó. Sus sandalias aladas, estirándose con cada impulso, lo llevaron a toda velocidad dentro de ese suave laberinto. Perseguía su propia estela juguetona, sintiendo la ingravidez y la emoción de cada curva.
Con una risa alegre, Hermes no dudó. Sus sandalias aladas, estirándose con cada impulso, lo llevaron a toda velocidad dentro de ese suave laberinto. Perseguía su propia estela juguetona, sintiendo la ingravidez y la emoción de cada curva.
Finalmente, con el corazón contento y una sonrisa traviesa, Hermes salió del laberinto. Los caminos de nubes se disolvían lentamente detrás de él, pero la alegría de su travesura brillaba en su corazón.
Finalmente, con el corazón contento y una sonrisa traviesa, Hermes salió del laberinto. Los caminos de nubes se disolvían lentamente detrás de él, pero la alegría de su travesura brillaba en su corazón.