Te acuerdas de aquel jardín de la abuela, ¿verdad? Donde el sol calentaba las flores y las mariposas revoloteaban. Pues allí, entre la hierba suave y las hojitas verdes, vivía Guijarro Mágico. Era una piedrita pequeña, muy lisa, que se sentía especial. Cada mañana, cuando el sol empezaba a asomarse, Guijarro se calentaba y, ¡oh, sorpresa!, empezaba a emitir un suave brillo. Cada tarde, ese brillo se hacía más intenso, como si una lucecita dormida despertara. Y entonces, ¿sabes qué pasaba? ¡Zzzzzzz! Venían volando, una a una, muchas mariquitas rojas con puntitos negros. Se posaban muy cerca de Guijarro, como si supieran un secreto. ¡Brilla, brilla, Guijarro, con tu luz tan especial!