Erizo Remolino era un erizo muy, muy ordenado. ¡Tan ordenado que, cada mañana, peinaba las hojas caídas de su jardín! Le gustaba ver todo en su sitio, cada pétalo, cada piedrecita. Pero un día, el viento juguetón, ¡uuuh-uuuh-uuuh!, sopló con fuerza y esparció por todo el bosque unas semillas diminutas y brillantes. Remolino frunció el ceño. ¡Ay, qué desorden! Su corazón ordenado se sintió un poquito gruñón.