Hermes, el mensajero más veloz del Olimpo, surca el cielo como un suspiro. Sus alas baten con prisa, llevando mensajes importantes y, a veces, también los pequeños deseos de las niñas y los niños. Pero, ¡ay!, a veces vuela tan, tan rápido que alguna de esas hojitas de deseo se le escurre entre los dedos.
El corazón de Hermes se encoge un poquito cada vez que una de esas hojitas se pierde en el viento, como una estrella fugaz que se apaga antes de brillar.