En el Bosque Susurrante, donde los árboles eran altos como gigantes buenos y las flores olían a risas, vivía Liko. Liko era una juguetona gota de rocío, tan redondita como una perla y brillante como una estrella, con destellos que parecían sus ojitos curiosos. Siempre llevaba un diminuto sombrero de pétalo rosa claro, como una coronita, y le encantaba rodar por las hojas mojadas. Un día, mientras rodaba con su alegría, ¡Plin-plan!, Liko vio algo inusual. Era un pequeño caracol, de caparazón verde brillante, que intentaba subir por una hoja muy alta y resbaladiza, pero siempre se caía con un ¡plaf!. Parecía tan triste y solo.