Pedro era un perezoso tan, tan lento, que la idea más rápida que tuvo fue cuándo sería su próxima siesta. Vivía colgando de un árbol de mangos, pero estos siempre estaban en la rama de al lado, muy, muy lejos. Sus movimientos eran como sueños, extendiéndose en el tiempo, cada parpadeo duraba un suspiro.