Un pequeño espíritu del bosque, llamado Brillo, flotaba entre los árboles danzarines de Auralia. Sus ojos grandes y brillantes siempre buscaban algo nuevo.
—¿Escuchas eso? —preguntó Brillo a una hoja cercana que vibraba con la brisa. Un eco suave, como un canto lejano, lo llamaba más allá del bosque.