Cuaderno vivía en una vieja biblioteca, en un estante alto. Era un cuaderno de dibujo con páginas blancas, muy, muy blancas. Cuaderno estaba solo, Cuaderno estaba vacío. Sus páginas eran blancas como la nieve sin pisar. Cuaderno soñaba con colores brillantes, con dibujos alegres, pero no sabía cómo llenarse. ¡Qué pena!
Un día, un niño llamado Leo entró en la biblioteca. Leo amaba las historias, pero ese día estaba un poco triste. Suspiraba y suspiraba. ¡Plof! De repente, Cuaderno se cayó del estante, justo en el regazo de Leo. Leo lo tomó con sus manitas, sorprendido. —Ay, qué pena, qué pena no tener una historia nueva —dijo Leo con un suspiro.