Kipu, el tubito de pintura azul brillante, vivía en una casita de árbol muy suave entre las nubes. Desde allí, veías el mundo como un dibujo gigante. Cada mañana, Kipu se asomaba por su ventanita redonda y pensaba: "¿Qué maravilla pintaré hoy?" Tenía un corazón lleno de ideas, pero a veces, ¡puf!, se sentía un poco aturdido. Miraba las nubes que pasaban, blancas y esponjosas, y una vocecita en su interior decía: "Oh, cielos, ¿qué pinto yo ahora?"