Croc, con el corazón lleno de una nueva esperanza, tomó una de las herramientas y un poco de glaseado rosa. Empezó a dibujar, no en un plato salado, sino en un pequeño bizcocho. ¡Y qué maravilla! Flores brillantes, estrellas que parecían de caramelo, y hasta un pequeño río de chocolate aparecieron como por arte de magia. Sus diseños eran tan asombrosos y comestibles que todos los chefs se acercaron, boquiabiertos. El restaurante nunca había visto algo tan bonito. ¿Quién iba a decir que el desastre de un chef sería el nacimiento de un artista? ¡Croc, Croc, con corazón, busca tu dulce canción!
Desde aquel día, Cocodrilito Croc se convirtió en el decorador de pasteles oficial del restaurante. Sus creaciones hacían sonreír a todos los clientes, y cada cumpleaños o celebración era más dulce gracias a él. Ya no mezclaba ingredientes salados, sino que mezclaba colores y sueños sobre la superficie de los pasteles. Se sentía tan feliz y agradecido por haber descubierto su verdadero don, ese que lo hacía brillar. Y cada vez que terminaba una obra de arte, recordaba el susurro de Lumi y sonreía. ¡Croc, Croc, con corazón, busca tu dulce canción!