Charquito, una bota de lluvia solitaria, siempre espera en un rincón del porche. Yo soy Charquito, y mi mayor deseo es tener un amigo. Pero, ¿cómo puede una bota hacer amigos? Un día, ¡zas!, un pequeño y piquetero gorrión se posa en mi borde. Siento un cosquilleo, y ¡puf!, una suave nube de vapor sale de mí. Muestra lo que piensa el gorrión: —¡Un baño de polvo! ¡Un buen baño de polvo para mis alas!— Yo, Charquito, intento moverme, mover mis pobres patitas de goma, para hacer un poquito de polvo, pero solo consigo un ¡ñiiiiiic! silencioso. El gorrión me mira, inclina su cabecita y se va volando. «¿Será que mi bota no es una buena anfitriona? Hmm... ¡Qué lío de calcetín!»
Al poco rato, un regordete y ruidoso pichón aterriza con un ¡plof! en mi suela. ¡Otro cosquilleo! Otra nube de vapor: —¡Un nido calentito! ¡Un nido calentito para mis huevos imaginarios!— Yo, Charquito, me esfuerzo, me inflo y me desinflo, intentando parecer un nido mullido. Pero solo logro un ¡pfffff! de aire. El pichón me mira con ojos redondos, como diciendo "¡qué bota tan rara!", y se va volando, cruzando el cielo. «¿Será que mi bota no es una buena anfitriona? Hmm... ¡Qué lío de calcetín!»