Blas era el topito más ciego de toda la madriguera, pero su nariz... ¡oh, su nariz era una maravilla! Podía oler las zanahorias más dulces, el lodo más suave y hasta el miedo de la lombriz más chiquitita que se escondía. Se acercaba el Festival de las Raíces, una fiesta subterránea donde los topos decoraban con las raíces más bonitas y coloridas, y Blas se sentía un poco triste. ¿Cómo podía celebrar la belleza de los colores si no podía verlos? Su pequeño corazón suspiraba mientras los otros topos hablaban de rojos brillantes y amarillos soleados.