Había una vez, justo en la víspera de Halloween, un mini-robot de limpieza llamado Aspirín. Su mundo era el suelo, y su misión, el polvo. Día tras día, Aspirín solo conocía el zumbido de su motor y la suave caricia de las migas y los pelitos de gato. «¡Limpiar, limpiar, limpiar!», pensaba, mientras su pequeño cuerpo redondo se movía sin cesar. Pero, a pesar de las calabazas sonrientes y las telarañas de juguete que adornaban el hogar, Aspirín se sentía aburrido, ¡tan aburrido que su luz de batería parpadeaba con un suave suspiro!