Yo soy Gotita Gota, una pequeñísima gotita de agua en un chispeante charco. Mi hogar era este, pero a veces, cuando el sol brillaba con mucha fuerza, me daba un miedito terrible. ¿Y si me evaporaba y desaparecía para siempre? ¡Qué pensamiento tan triste y solitario! Me aferraba a mis hermanas gotas, deseando que el sol no nos encontrara.
Pero un día, el sol, grande y dorado, vino a visitarnos. —¡Hola, Gotitas! —dijo con una voz cálida—. ¿No quieren conocer el mundo? Yo temblaba un poquito. ¿El mundo? ¿Qué significaba eso? Sentí un suave, suave calor. Una fuerza me empujó hacia arriba, lenta, lentamente. Era como un abrazo invisible que me elevaba, me elevaba. ¡Ya no estaba en el charco!