Deméter, la tierna diosa de la tierra, paseaba con calma por los vastos campos.
—¡Qué hermoso día! —murmuraba con una sonrisa suave.
Deméter, la tierna diosa de la tierra, paseaba con calma por los vastos campos.
—¡Qué hermoso día! —murmuraba con una sonrisa suave.
Con cada paso de Deméter, surgían brotes de flores que se movían como si una suave melodía las meciera.
Los pétalos de sus flores favoritas se llenaban de rocío, y cada gota brillaba como una pequeña gema de oro y perla.
Con cada paso de Deméter, surgían brotes de flores que se movían como si una suave melodía las meciera.
Los pétalos de sus flores favoritas se llenaban de rocío, y cada gota brillaba como una pequeña gema de oro y perla.
El rocío relucía tanto que invitaba a los niños a acercarse. Deméter los observaba con una sonrisa suave mientras los pequeños descubrían, entre la hierba, los tesoros que dejaba a su paso.
El rocío relucía tanto que invitaba a los niños a acercarse. Deméter los observaba con una sonrisa suave mientras los pequeños descubrían, entre la hierba, los tesoros que dejaba a su paso.