Gus, el gusanito de luz, se estira bajo la gran hoja de rocío. ¡Ay, qué pequeño se siente! Su luz es apenas un ¡bzzzt! chiquitín, casi invisible en la oscuridad del bosque. Gus suspira. ¿De qué sirve una luz tan diminuta? Pero mientras se arrastra, suave y despacito, sobre el musgo húmedo, ¡zas! Nota algo increíble. Su cuerpecito brillante deja un rastro, una estela que se pega a las gotas de rocío. Es como si su luz se convirtiera en minúsculas perlas de brillo, formando un camino secreto y reluciente. Gus parpadea con sus ojitos negros. ¡Qué divertido! Podría ser una broma… ¡una broma luminosa!