En el brillante baño, vivía un cepillo muy especial llamado Cerdas Mágicas. Sus cerdas eran suaves, suaves, ¡suavecitas! Un día, después de un baño burbujeante, la bañera estaba toda empañada, como una nube blanca. Cerdas Mágicas miraba y miraba, con sus ojitos curiosos. "¿Qué habrá detrás de esta niebla misteriosa?", pensó. Una vocecita suave le dijo: "¡Puf, puf, qué pasará?". Pero Cerdas Mágicas, con una chispa de valentía, decidió investigar. Se tambaleó un poquito, ¡casi se cae! Pero se enderezó con una risita y se acercó a la pared.