¡Mira qué río tan travieso! Es el Río Risueño, que corretea por un valle donde los árboles, pobrecitos, están siempre muy serios y quietos. Sus ramas no bailan, sus hojas no susurran con alegría. El Río Risueño, con su burbujeo glu-glu-glu, se pregunta: —¿Por qué están tan quietos? Él quiere jugar, quiere hacer cosquillas a todo el mundo con sus corrientes.