Soy Sutón, el Musi-Colibrí, un ser diminuto con alas que vibran como pequeños arcoíris y un corazón que late al ritmo de cada melodía del bosque. Mi hogar es una nota perdida de una partitura antigua, pero mi aventura está aquí, en el Bosque Melodioso, donde cada hoja susurra una canción y cada gota de rocío brilla como una joya. Llevo mi diminuta chaqueta roja de director con un botón dorado muy especial, mi botón de la suerte. Hoy exploro el camino de las 18 piedras brillantes que llevan al Río Ruidoso, mi pequeña batuta de astilla de lápiz lista para hacer resonar el mundo. Toco una seta, y ¡ding! suena como un tambor de hadas. Toco una flor, y ¡plim! canta como un coro de grillos. Lo toco todo, lo escucho todo, lo disfruto todo.
De pronto, un destello me distrae. Una telaraña, tan fina como el pelo de un elfo, reluce con 18 gotas de rocío, cada una más brillante que la anterior. Me acerco, fascinado, mis ojos de ratón parpadeando con curiosidad. Mientras admiro el baile de luces, mis alas aletean suavemente, y siento un pequeño chasquido. No le doy importancia, tan inmerso estoy en el brillo y el bullicio de mi descubrimiento. Sigo mi camino, canturreando, hasta que una ráfaga de viento me hace sentir un frío inesperado en mi pecho. Miro mi chaqueta roja... ¡y mi botón dorado no está! Mi corazón da un brinco. Ay, ay, ay, ¡qué lío se me hace! Lo busco por aquí, lo busco por allá. Lo busco bajo las hojas, lo busco sobre la flor. Pero el botón, tan pequeño como una lenteja, parece haberse desvanecido como la niebla matutina.