Yo, Dedito, era un guante de jardín muy especial. Vivía en un invernadero lleno de luz, entre macetas y herramientas que olían a tierra fresca. A diferencia de mis amigos, solo tenía un dedo, lo que me hacía sentir un poco... singular. Mis costuras eran suaves, como la seda de un capullo, y siempre me preguntaba para qué serviría un guante tan peculiar.