Un día, Pío entra y canta una canción nueva. Pío, pío, pío... El eco es especial hoy. Él pía una vez, y ¡plop!, una gota de agua cae de una estalactita brillante. Pía dos veces, ¡plop, plop!, caen dos gotas. Pía tres veces, ¡plop, plop, plop!, ¡tres gotas! Pío abre sus ojitos redondos. ¡Es una cascada musical! Las gotas bailan al ritmo de su canto, como si tuvieran patitas de agua. ¿Qué cosa tan chistosa es esta?
Pío ríe, un sonido suave y dulce. —¡Hola, gotitas bailarinas! —les dice. Él canta una melodía rara, ñi-ñi-ñi, y las gotas caen haciendo un sonido como si alguien se estuviera rascando la oreja con una pluma gigante. ¡Qué risa! Pío se siente tan agradecido por este juego tan bobo y tan divertido. La cueva, las gotas, el eco... todo es un regalo para él. Pío, pío, pío... repite, y las gotas le responden con su propia música acuática.