Yo, Topito, vivo en mi suave madriguera, donde la tierra huele a lluvia y a sueños. Un día, una pequeña rendija de luz se abrió en el techo de mi hogar. Curioso, asomé mi nariz rosa y, ¡oh, sorpresa! En la pared de una casa arriba, las sombras bailaban. Una cuchara se volvía jirafa, un tenedor, un árbol alto. ¡Ji, ji, ji! reía yo, con mi barriguita cosquilleando.
—¿Qué es eso, mamá? —pregunté a mi mamá Topa, que tejía una bufanda de raíz con sus patitas hábiles.
—Son sombras, mi pequeño —respondió ella con voz dulce—. Sombras del mundo de arriba. Yo quería saber más, yo quería ver más.