Rodolfo, un pequeño armadillo bebé, sentía un cosquilleo extraño cada vez que sus hermanos rodaban sin parar por las lomas del bosque. ¡Plin, plan, plum! rodaban ellos, rápidos y felices. Pero Rodolfo no lo entendía. "Rodar es solo para asustar o escapar", pensaba con un suspiro, "¡y yo no quiero huir de nada!". Él soñaba con ser especial de otra manera, quizás encontrando tesoros o cantando bajito, pero sin tener que dar una sola vuelta.